De brujas y anguilas eléctricas

Salem, Massachusetts, 1993. Espero sentada en una banca del parque a que mi mamá salga de la tienda del Salem Witch Museum. No sé cuánto tiempo lleva allí adentro, pero me parece que ha pasado una eternidad. Mi papá y yo vemos a la gente pasar mientras platicamos. Creo que estamos criticando a los otros turistas, pero no me hagan mucho caso: la memoria es engañosa.  Hace unas semanas cumplí años mientras pasaba el verano en un campamento para niñas. Después de casi dos meses sin vernos, mis papás han ido por mí y ahora recorremos el noreste de Estados Unidos en coche. Tengo once años, he pasado siete semanas sola y encima me he tenido que comunicar en un idioma que no es mi lengua materna. Creo que estoy lista para conocer la respuesta a la pregunta que llevo toda mi vida elaborando.

-Papá, ¿mi mamá es bruja?

*

Unos días antes en el acuario de Boston vemos una anguila eléctrica. Me parece genial: entra y sale de su cueva mientras nos observa con sus diminutos ojos negros. Afuera de su pecera hay una mano marcada en la pared junto a un panel de diez foquitos y una leyenda que va así: “la anguila eléctrica genera la suficiente electricidad para prender un millón* de foquitos como estos. ¿Cuántos puedes prender tú?” (*No recuerdo la cantidad exacta de foquitos, pero son un chorro.) Pongo mi mano sobre la marca de la pared: prendo un foquito. Mi papá prende dos. Mi mamá: diez foquitos. Un señor desconocido prende dos foquitos. Otro señor: un foquito. Una niña: tres foquitos. Mi mamá: todos los foquitos. Un niño: un foquito. Mi mamá: ¡todos! Poco a poco la pecera de la anguila se va rodeando de gente, pero nadie viene a ver al animal sino a la señora que genera la cantidad de electricidad suficiente para prender diez foquitos. Mi mamá pone y quita la mano de la pared ante el asombro de la multitud. Por un momento pienso que los foquitos explotarán como en una película de ciencia ficción y que mi mamá saldrá disparada por los pasillos del acuario.  

¿Quién es este ser místico al que llamo “madre”?

*

En la banca del parque mi papá suelta una carcajada y me asegura que mi mamá no es bruja. Siento alivio. ¿De veras siento alivio?

*

Hace unos días le llamé por teléfono a mi mamá para hablar de la foto que encontré donde aparecemos nosotras dos afuera del museo de Salem. Me intriga la bolsa de papel que aparece en la foto. La imagino llena de pociones, libros de hechizos, una bola de cristal y un manual para volar en escoba. ¿Qué tanto hacías adentro de la tienda? ¿Por qué tardaste tanto? Su respuesta me decepciona: dice que seguramente estaba viendo libros de cocina ayurvédica, de chakras y demás temas que hoy están de moda pero que en ese entonces no tanto. No quiero escuchar más. Luego recuerdo que la memoria es engañosa y decido crear mi propia versión: mi mamá es bruja y ese día fue a una convención secreta con sus amigas en el sótano de la librería del museo. Hablaron de conjuros, vieron el futuro y platicaron con gatitos milenarios. Mi papá lo sabía, pero aquel día me dijo lo que él creía que yo necesitaba escuchar. Hoy el mundo arde, y yo necesito fantasía. 

*

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